Autoconocimiento

El derecho y deber de conocerse

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El derecho y el deber de conocerse

Hubo una época en que mi cabeza y mi vida eran un barco a la deriva. Los fines de semana eran una juerga interminable. Y las consecuencias horribles. En mi interior no entendía qué puñetas pintaba yo en esta realidad. Me sentía un extraterrestre. Estuve así muchos años, demasiados. Y es difícil escapar de ese ambiente. Son como arenas movedizas, cuanto más te esfuerzas más te hundes. Tuve que empezar a escucharme a base de golpes. Así estuve mucho tiempo, hasta que el cuerpo y la vida me dijeron ¡basta!

El primer aviso fue un accidente de coche. Me caí por un pinar. Fue un despiste absurdo. Di unas cuantas vueltas de campana. Salvé la vida de milagro. O mejor dicho, alguien o algo me salvó el pellejo. Pero no terminé de despertar. Vivía en una constante nebulosa, una huida hacia ninguna parte. El otro aviso fue la rotura del tendón de Aquiles jugando al tenis. Otra vez la vida tratando de decirme por dónde debía tirar a base de hostias. Esa vez pillé el mensaje. Me iba a marchar de viaje a Brasil, pero lo cambié por un curso de inteligencia emocional. De repente, pensé ¿qué puñetas hago yo bailando la lambada y bebiendo caipiriña si sigo arrastrando las mierdas de siempre?

Conocerse mejor implica, y ya hablo de esto, que hagas lo que hagas tendrás más posibilidades de que esté en consonancia con lo que deseas. Largarte de vacaciones al Caribe no va a solucionar tus problemas de autoestima o el vacío existencial que te invade cada vez llegas al trabajo. Por lo menos yo he comprobado esto. Chris Cornell, el cantante de Soundgarden, se ahorcó en el baño de un hotel. Eso dicen. Tenía dinero, fama y una familia que le quería. ¿Qué fallaba ahí? Se supone que lo tenía todo, pero por dentro su percepción era mucho más oscura.

Dicen sabios y sabias de todos los tiempos que la herida más grande del ser humano es sentirse separado de la Fuente. Cuando practicas Reiki o meditación en grupo esa sensación desaparece y te reencuentras con un espacio que te acoge, te abraza y te completa. Eso no lo he leído en un manual, sino que lo he experimentado así una y otra vez. Y te das cuenta de que este rollo dual y polarizado no es lo único que existe, o por lo menos no el único modo de ser y estar en este planeta. Y eso te aporta mucha sabiduría porque accedes a una parte de ti mucho más grande que la mente. Hay un baúl repleto de mapas, brújulas y herramientas ahí dentro. Yo lo llamo inspiraciones.

Y lo veo en los retiros y talleres, pues las caras de la gente al inicio siempre se ven tensas y preocupadas y a la salida relajadas y felices, en su mayoría. No vendemos que tengas que meterte en un globo abducido por la atmósfera de unos ángeles comiendo yogur y tocando el violín. Hay que habitar un cuerpo y una vida, tocar tierra, pagar facturas, llevar a los niños al cole, currar, pero también cultivar esa parte más sutil, retomar la escucha del Corazón. Y eso, cuando conectas, se transmite a todo tu ser y los gestos, las caras, se tornan amables. Brotan sonrisas. Es caminar hacia la plenitud sabiéndonos imperfectos aquí y quizá perfectos allá, finitos aquí y a lo mejor infinitos allá, y confiar y accionar y seguir buscando, pero disfrutando del proceso, como se suele decir. Que no es fácil. Esto no sale de un día para otro, pero si no empiezas nunca… La salida es hacia dentro, dicen, y yo añado, sí, pero para regresar de nuevo a la vida y disfrutar de todo, lo ‘bueno’ y lo ‘malo’. Hacia eso vamos.

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